La cibercriminalidad continúa siendo una de las mayores amenazas para el sector empresarial y público a nivel mundial. Según estimaciones de expertos en el campo de la ciberseguridad, se espera que los ingresos generados por actividades delictivas en el ciberespacio alcancen los 9,500 millones de dólares este año, y se proyecta un aumento hasta los 10,500 millones para 2025. Este aumento se debe en gran parte a los llamados «impuestos revolucionarios» que las empresas se ven obligadas a pagar tras sufrir ataques digitales.
Un estudio reciente del paisaje de amenazas de ENISA subraya que el 31.2% de los ciberdelitos registrados entre julio de 2022 y junio de 2023 fueron ataques de ransomware. Este tipo de ataque implica el secuestro de información sensible de las víctimas y la demanda de un rescate por su liberación, lo que pone de manifiesto la creciente sofisticación y audacia de los cibercriminales.
La conferencia reciente en el Taller de Políticas Digitales de la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica destacó la urgencia de adoptar medidas proactivas. Se enfatizó la necesidad de concienciar sobre los riesgos del ciberespacio y su impacto potencial en la sociedad, dada la magnitud de las cifras que maneja la ciberdelincuencia.
Además, se señaló el riesgo creciente de las Amenazas Avanzadas Persistentes (APT), que son grupos cibercriminales de alta criticidad a menudo patrocinados por estados o integrados en estructuras de inteligencia de gobiernos específicos. Estas amenazas son particularmente peligrosas porque no solo buscan beneficios económicos, sino que también intentan socavar las infraestructuras de los gobiernos enemigos a través de acciones combinadas de ciberespionaje y sabotaje.
Para combatir la amenaza que representan estos actores avanzados, se recomendó un aumento significativo en la inversión en tecnologías de la información, desarrollo de fuerzas laborales especializadas y la creación de procesos robustos para la gestión de la seguridad cibernética. Se subrayó la importancia de la cooperación internacional, ya que el ciberespacio no conoce de fronteras y la lucha contra el cibercrimen requiere un esfuerzo conjunto y coordinado.
Finalmente, se destacó la importancia de la inteligencia cibernética, con agentes especializados capaces de infiltrarse en las estructuras de cibercrimen para anticiparse y mitigar las amenazas antes de que estas se materialicen. Con una estrategia bien articulada y una colaboración internacional efectiva, se espera que las defensas contra la cibercriminalidad se fortalezcan, proporcionando un entorno digital más seguro para todos.