Aunque hoy el WiFi es tan común como la electricidad en los hogares, su invención es fruto de décadas de innovación científica, múltiples patentes y el trabajo conjunto de varios pioneros. Detrás de esta tecnología inalámbrica se esconde una historia fascinante que une a Hollywood, la Guerra Fría, la NASA y los laboratorios de investigación.
Una idea que nació antes de internet
Aunque solemos asociar el WiFi con internet, su base tecnológica es anterior y tiene raíces en los años 40. Una de las mentes más sorprendentes detrás de los conceptos fundamentales de la transmisión inalámbrica fue Hedy Lamarr, una actriz de Hollywood y también inventora austriaca.
En plena Segunda Guerra Mundial, Lamarr, junto con el compositor George Antheil, desarrolló un sistema de comunicación por salto de frecuencia que pretendía evitar que los torpedos guiados por radio fueran interceptados. Este invento, registrado en la patente US2292387A en 1941, establecía las bases del espectro ensanchado, una técnica que posteriormente sería utilizada en tecnologías como Bluetooth, GPS y, por supuesto, WiFi.
Aunque su contribución fue ignorada durante décadas, hoy se reconoce que su trabajo sentó una de las bases clave de las comunicaciones inalámbricas modernas.
El papel de la tecnología militar y los laboratorios
A medida que la tecnología avanzaba, instituciones como el MIT, la NASA y distintas agencias militares de Estados Unidos comenzaron a trabajar en sistemas de comunicación inalámbrica más eficientes. Sin embargo, el salto hacia lo que hoy conocemos como WiFi ocurrió en los años 90, y su origen está en Australia.
En 1992, un equipo de investigadores de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO), liderado por el ingeniero John O’Sullivan, logró desarrollar una tecnología que permitía transmitir datos inalámbricamente con baja interferencia, incluso en entornos con múltiples rebotes de señal. Su trabajo fue inicialmente una investigación sobre ondas de radio aplicadas a la detección de agujeros negros, pero resultó ser clave para resolver un gran problema técnico de las redes inalámbricas: la distorsión por señales reflejadas.
Este avance se convirtió en el núcleo de la tecnología WiFi moderna y fue patentado en 1996 por CSIRO. Durante años, esta organización científica australiana mantuvo disputas legales con gigantes tecnológicos por el uso de su tecnología sin licencia, ganando posteriormente millones de dólares en compensaciones.
El nacimiento oficial de WiFi
El WiFi, como estándar comercial, nació en 1997 con la aprobación del protocolo IEEE 802.11, que establecía cómo se transmitirían los datos en redes locales inalámbricas (WLAN). La marca “Wi-Fi” fue registrada en 1999 por la Wi-Fi Alliance, una asociación de empresas tecnológicas (incluidas Apple, Nokia, 3Com y otros) que promovieron su adopción global.
Contrario a lo que muchos creen, «WiFi» no es una abreviatura de «Wireless Fidelity», sino una marca creada por una agencia de marketing para hacer más amigable el término técnico.
Conclusión: una invención con muchas mentes
Entonces, ¿quién inventó el WiFi? La respuesta es compleja. Fue el resultado del trabajo colectivo de inventores como Hedy Lamarr y George Antheil, científicos australianos como John O’Sullivan, y organismos como CSIRO, el IEEE y la Wi-Fi Alliance. No se trata de un solo inventor, sino de una evolución tecnológica de décadas, basada en múltiples descubrimientos y colaboraciones.
Hoy, más de 18.000 millones de dispositivos se conectan por WiFi en todo el mundo. Desde hogares y oficinas hasta aviones y trenes, esta tecnología invisible se ha convertido en parte esencial de la vida moderna, y su historia es un recordatorio de cómo la ciencia, la creatividad y la cooperación internacional pueden transformar radicalmente el mundo.